Textos

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Huésped

 

 

 

Nunca pensó Melpomenus Jones, que ese día sería ‘el comienzo del fin’, que ese día al decidir ir a visitar a esa familia empezaría a cumplirse su sino fatal, su terrible destino.

     Algo tan sencillo como una visita formal, por quedar bien con un amigo común, una visita de cortesía, jamás uno podría imaginar, suponer, que acabara tan mal. Pero, la vida es así, “la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida, ¡ay, dios!, diría Rubén Blades. Existía una posibilidad entre millones, que esto sucediera. Sin embargo, sucedió: Melpomenus Jones, todo un caballero, tuvo la mala suerte de ir a visitar una familia tan o más cortés (polite) que él, entonces, después de haber compartido el té con ellos y llegado el aconsejable momento para retirarse, la anfitriona, como corresponde en estas circunstancias, ofreció a su huésped “¿otra tacita de té?”, y como también corresponde a un invitado respetado y respetable, no se pudo negar; pues sería todo un desprecio. Al rato, nuevamente la misma situación y así fueron pasando no sólo “las tacitas de té” sino también las horas, hasta que cayó la noche y como nuevamente corresponde, Melpomenus Jones fue invitado a pasar la noche, “pues no era muy seguro, andar por las calles a estas horas”. Obviamente, Melpomenus Jones no se pudo negar y esta situación se repitió ad infinitum;   hasta que la única forma que se puso término a ella, después de un mes, fue por medio del Servicio de Salud Mental de la ciudad que se llevó a Melpomenus Jones en una ambulancia en un evidente ataque de locura, repitiendo frases inconexas,  tales como “¿otra tacita de té?”, “Pero, ¿cómo no? Es todo un placer” “¡No le puedo decir que no!” “Muchas gracias, no esperaba menos de ud.”, “desde ya, quedo a su disposición”.

¡Qué huésped! Obviamente, magistralmente tratado por la pluma de Stephen Leackoc en su cuento “El sino fatal de Melpomenus Jones”. ¿Quién no ha pasado por un momento similar? Tal vez no al extremo caricaturesco del cuento, pero en menor grado, quien más, quien menos pasó por esta experiencia. Decía una conocida de nacionalidad inglesa, que cuando la invitaban aquí en México, ella no se iba hasta que  la corrían. Obviamente, no la volvían a invitar.

Generalmente, tomamos la acepción de la palabra huésped como sinónimo de invitado, o de aquella persona que se hospeda en un hotel, hostal, etc. Sin embargo, huésped en castellano tiene dos acepciones más; una que está muy relacionada con la segunda de las acepciones y se refiere a la “planta o animal a cuyas expensas vive otro ser vivo”. Literalmente dice el Diccionario de Uso del Español, ya que para la Real Academia del Español esta palabra no ha sido todavía aceptada, por lo que no figura en su diccionario homónimo. Decía entonces que la otra acepción del Diccionario de Uso ‘huesped’ es “quien da hospitalidad, quien hospeda, quien recibe invitados”.

Etimológicamente, ‘huésped’ proviene de la voz indoeuropea “ghosti-pot”: literalemente “amo de los extraños”, pues “ghosti”significa extraño y “pot”, amo. Es decir, comparten la misma raíz indoeuropea los siguientes vocablos “hospitalidad”, “huésped”, “hotel”, “hostil”, “hospedar” y “huestes”.

 


  

TEXTO

María
Dombronsky

IMAGEN

René Magritte

 

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PANIC #1 HUESPEDES


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Hay un caso especial donde me parece que estas tres acepciones tienen cabida. Me refiero, sin lugar a dudas, al caso especial del embarazo. Desde un punto de vista biológico, tenemos un ‘ser que crece a expensas de otro’, tal y como lo expresa la tercera de las acepciones. Al mismo tiempo, podemos llamar huésped no sólo a la madre pues es ella ‘quien hospeda’ sino también al bebé ya que es ‘quien se hospeda’.

Con una excepción, la psicosis, es decir, en el caso de aquel bebé que se estructurará al modo psicótico, es posible que ya desde el embarazo, la madre no ponga a su hijo en el lugar del ‘ideal’, el lugar de la materialización de su deseo; sino, todo lo contrario que fuese para ella, simplemente, ‘una parte de su cuerpo’, algo que le sucede a su cuerpo y que habrá que atender como cualquier cuestión del organismo.

Cabe destacar que muchas veces y no necesariamente en el caso de la psicosis, ese bebé, ese huésped deviene un extraño, ya que no ha sido ‘invitado’, como sucede con los embarazos ‘no deseados’, problemática del aborto, de los métodos anticonceptivos y de la planificación familiar, tan cuestionada por las religiones. Religiones que estipulan que sólo tiene que haber relaciones sexuales dentro del matrimonio y con fines reproductivos; como si sólo fuésemos animales, los que sí, sólo se aparean para la reproducción por un mandato natural. Pero, sucede que nosotros somos humanos, hemos dejado atrás la animalidad (aunque muchas veces nos encontramos con cada congénere que son peores que los animales –con perdón de los mismos) pues estamos atravesados por el lenguaje, la capacidad de abstraer y representar, de enamorarnos y gozar. Entonces, las relaciones sexuales no son simplemente el coito, la cópula biológica entre dos personas, es más que eso, es la posibilidad de brindar y obtener placer, ¿qué hay de malo en ello?

Los huéspedes no sólo son de ‘carne y hueso’, tangibles, medibles, pesables, palpables, a los que se los puede sentir, ‘ver y tocar’. Existen, también aquellos a los que sólo se los puede ver, como en el caso de los ‘amigos imaginarios’, de los que los niños nos pueden hablar ‘un rato largo’. Son seres ideales creados por la imaginación frondosa de los pequeños. Es el resultado de no tener todavía bien estructurada la diferenciación entre realidad y fantasía, que llegará definitivamente recién con la adolescencia (aunque todos sabemos y conocemos a más de uno que nunca accederá a ella y no estoy hablando precisamente de los psicóticos). Funciona en los niños lo que técnicamente es conocido como ‘pensamiento mágico’, etapa en la cual, el niño se siente el demiurgo de su propio mundo, su pensamiento todo lo puede, él es el centro del universo, ya que así  la madre se lo ha hecho sentir, lo ha puesto en el lugar del ideal, la materialización de su máximo deseo y ‘¿por qué dudar de la palabra de mama? ¡Esa señora tan querible, linda y poderosa!’ Está en el tope de la pirámide; pero, este lugar si bien pareciera perfecto, no lo es tanto (como vemos, no todo se puede, algo falta y eso que falta es lo que mueve al deseo, deseo que es vida y que nos conmina a la eterna búsqueda de la felicidad) Decía que no todo se tiene en ese lugar aparentemente perfecto, entonces algunos niños, no todos, tienen un recurso para elaborar esta etapa ineludible, cual es crearse un amigo imaginario, al que le hablan, con quien juegan y se acompañan. Es perfectamente normal este tipo de conductas y poco a poco, a medida que va creciendo y fundamentalmente, a medida que se va socializando, es decir, integrándose con sus pares, ya sea en el ámbito escolar o grupos de amiguitos (de ahí la importancia que tiene la convivencia con otros niños), estos amiguitos imaginarios van a ir desapareciendo.

 


    


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Sin embargo, es posible que encontremos estas imágenes fantaseadas en los adultos y es lo que S. Freud llama los ‘sueños diurnos’. Nos dice en ‘La Interpretación de los Sueños’ (1900), “Al igual que los sueños, son cumplimientos de deseo; al igual que los sueños, se basan en gran parte en las impresiones que dejaron los acontecimientos infantiles; al igual que los sueños, disfrutan de una cierta indulgencia de la censura para sus creaciones Examinando su estructura, se aprecia que el motivo de deseo que interviene en su producción ha mezclado el material de que están formados y ha alterado su orden para constituir un nuevo conjunto. Respecto de los recuerdos infantiles a los que hacen referencia, guardan una relación que podría compararse con la que existe entre estos palacios barrocos de Roma y las ruinas antiguas: piedra tallada y columnas han servido de material para construir formas modernas”, y nos cuenta en ‘Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad’ que “una de mis pacientes, a quien yo había puesto sobre aviso en cuanto a sus fantasías, me refirió que cierta vez se encontró llorando por la calle y, meditando enseguida sobre el motivo, apresó la fantasía de que había entablado una relación tierna con un virtuoso pianista notorio en la ciudad (aunque no lo conocía personalmente), quien le había dado un hijo (ella no los tenía) y luego la abandonó a su suerte, dejándolos en la miseria a ella y al niño. En este pasaje de la novela le acudieron las lágrimas”.

Volviendo a los huéspedes imaginarios y siguiendo con Freud, nos cuenta el caso de una paciente quien tenía un hermano que estudiaba en otra ciudad y que llegadas unas vacaciones cortas regresa a la casa paterna acompañado de un compañero de estudios. Este  amigo durante su estancia en la casa, corteja abiertamente  a la muchacha y promete que en las próximas vacaciones de verano, regresará y formalizará la situación con vistas a un futuro casamiento. La muchacha durante todo ese tiempo hasta llegar las vacaciones no hace otra cosa que planear su futuro junto a su pretendiente y pasa horas interminables preparando su ajuar. Desafortunadamente, a la estación de trenes, solamente arriba el hermano muy apesadumbrado pues el amigo había resultado ser un oportunista que sólo se había acercado por la posición económica de esta familia. Sin embargo, la reacción de la muchacha, fue por demás extraña, pues durante todo el tiempo que duraron las vacaciones, se comportó como si su pretendiente no estuviese ausente, no sólo decía que había ido a pasear con él, es decir, se la veía por el parque del brazo de nadie, pero hablando y riendo como si en realidad hubiera alguien presente; sino que a la mesa, junto al resto de la familia, ponía su plato y cubiertos, amén que mantenía con él conversaciones en las que hacia participar a los demás comensales. La familia por recomendación profesional no contradecía en nada las conductas de la muchacha, ni siquiera trataban de convencerla de la realidad. Pasado este tiempo, la muchacha volvió a su vida normal y esa situación quedó como una anécdota más de la familia, que rara vez se recordaría. ¿Qué sucedió? Esto es lo que clínicamente llamamos un episodio de Amentia de Meynert, cuadro clínico reportado por Meynert, y cuya explicación desde el psicoanálisis es la siguiente: Se produce por el mismo mecanismo alucinatorio que genera el sueño, con la salvedad que para que se produzca la alucinación en el sueño, el soñante debe estar dormido, por lo tanto, muy poca, poquisima es la conexión con el entorno y con escasas posibilidades de movimiento. En este caso, la alucinación se producía durante la vigilia, entonces la alucinación se integraba a la realidad circundante. No fue más que como en el sueño, una realización de un deseo inconciente y este episodio quedo grabado en su mente como el recuerdo de un sueño que se ha tenido.

 


    


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Durante la vigilia funciona lo que llamamos la censura endopsíquica, que es la que no permite tener acceso hasta los recuerdos más allá de lo que sea necesario para facilitar la vida en la realidad, por ejemplo, recordar números telefónicos, cifras, hechos, datos, etc. Durante la noche, esta censura endopsíquica se reduce por lo tanto, está facilitado el acceso a los recuerdos inconcientes, que pulsan por tener acceso a la conciencia y que sólo se les es permitido en el sueño alucinatorio, sin acceso a la motilidad y previa desfiguración onírica, pues de ser tal y como son podrían generar la angustia del soñante, lo que interrumpiría el dormir y es eso precisamente lo que no se quiere pues sólo se busca que la persona descanse para reponer sus fuerzas. Bueno, después de esta explicación digamos que en el episodio de la Amentia de Meynert, la censura endopsíquica de la muchacha durante la vigilia era escasísima, lo que permitió la regresión a niveles inconcientes accesibles solo en el dormir, por lo tanto, se produjo dicha manifestación con las características de un sueño alucinatorio.

Llamativamente, encontré que en inglés esta raíz la comparten “host/hostess” con sus acepciones 1) anfitrión, 2)presentador de un programa de t.v., 3) mesonero y 4)auxiliar de a bordo. Pero también, y ahí es adonde quería llegar, es la misma raíz de “hostage”: rehén. Esto me hizo pensar (y aquí es donde vuelvo al cuento de S. Leackoc ) que muchas veces uno se vuelve un poco un rehén de sus invitados o siendo invitado deviene en una especie de rehén de sus anfitriones. Siente uno que no tiene escapatoria, como si estuviera en un callejón sin salida y está pendiente de la oportunidad, del momento justo, para poner fin a una reunión, poder escapar del compromiso, encontrando la excusa justa para liberarse de sus captores, como “atrapados sin salida”.

Este sentimiento no es del todo extraño y en su caso extremo y patológico, nos hace mirar a la paranoia, patología de la mente en una estructura psicótica. Caracteriza a la paranoia, una lectura muy singular de la realidad. La relación con el entorno, por parte del psicótico, se encuentra en los antípodas de la que tiene el neurótico y en el caso especial del paranoico, siente como si todo el entorno, es decir, los seres que lo rodean, se hubieran confabulado para perseguirlo y en casos extremos aniquilarlo, destruirlo; tal como y como es descrito en la película de Roman Polanski de 1976, “Le locataire” y en español conocida por “El inquilino”. En ella, poco a poco el protagonista va teniendo indicios de que el resto de los inquilinos quieren empujarlo al suicidio. Alucina, delira, tiene comportamientos extraños en respuesta a esta supuesta confabulación. Magistralmente, fue elegido el título pues ‘El inquilino’ no sólo hace referencia a que él renta un departamento; sino también , al hecho de que él estaba habitado por un ‘otro’ que poco a poco se fue dando a conocer, incluso, llega a copar totalmente la personalidad del protagonista en una íntegra identificación con la anterior inquilina, al punto de suicidarse en el mismo lugar y de la misma forma.

 


    


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Esto de ser habitado por un ‘otro’ extraño, como un ‘huésped’,  es el punto de contacto con Melpomenus Jones, en el cuento de S. Leacock, quien harto ya de las máscaras de la formalidad y el protocolo, se vuelve loco. Ahora bien, reflexionemos: ¿Por qué nos atrapa este cuento? Porque tenemos mucho en común con Melpomenus Jones. Sólo en determinadas ocasiones o con ciertas personas somos notros mismos, realmente auténticos; y esto no es muy frecuente. Vivimos presionados por el entorno, por la imagen que podamos dar. Nos vestimos de ‘profesionistas’, de ‘fin de semana’, de ‘intelectuales’, de acuerdo con la ocasión, como si “hábito hiciera al monje”. Cubrimos nuestros rostros con ‘máscaras’que velan las verdaderas expresiones. Llamativamente, lo único que no tapa una máscara son los ojos, lugar de la mirada. Mirada que no se puede ocultar. Es la única que no esconde lo que realmente sentimos. La mirada no engaña, dice siempre la verdad, aún aquello que no queremos oír; sólo hay que saber interpretarla.

Volviendo a la psicosis, digamos que, en tanto y en cuanto el psicótico esté sostenido por una red de contención social, entiéndase familiares, trabajo, amigos, tratamiento adecuado puede llevar tranquilamente una vida normal. Sin embargo, la sociedad actúa, hoy por hoy, a modo de represión, cuando la psicosis se ha desencadenado. Cuando lo correcto sería que actuara a modo preventivo. Es decir, cuando familiares o seres del círculo íntimo detectaran conductas estereotipadas, tendencia al aislamiento  o ensimismamiento, sería aconsejable la consulta con profesionales idóneos, quienes no sólo diagnosticarían, sino que harían un acompañamiento o seguimiento del tratamiento. De esta forma, se podrían detectar posibles desestructuraciones, ya que las mismas no ocurren de la noche a la mañana, sino que van dando indicios. Entonces, trabajando desde la interdisciplina, entre psicoanalistas y psiquiatras se podría mejorar en mucho la calidad de vida no sólo del paciente sino de sus familiares y entorno.

La pregunta que cabe es: ¿y esto por qué no es así? Por diferentes motivos, pero entre otros los fundamentales son:

  1. Falta de compromiso de las clases dirigentes,
  2. Considerar la prevención como un gasto y no como una inversión, y
  3. Porque todavía se cree que a la psicosis hay que esconderla, que la psicosis es un  “pecado”.

Si como sociedad asumimos, aceptamos a los diabéticos, hipertensos, cardiacos, etc., como parte constitutiva de la misma; ¿por qué no asumir a los psicóticos de igual manera? Es una solución muy tonta e irresponsable creer que si niego una situación, entonces no existe, ¿no les parece?